Pena de muerte

LA PENA DE MUERTE

Uno de los principales cuidados de la Hermandad, ha sido llevar el consuelo a aquellos desgraciados a quienes la ley condena a la ultima pena, acompañándolos en su última noche y no dejándolos hasta después de enterrarlos cristianamente y haberles celebrado el aniversario y todas las misas a que alcance la caridad de los fieles, cubriendo todos los gastos ocasionados.

Días antes de la ejecución, las autoridades comunicaban al Mayordomo el día elegido y éste convocaba, por medio del Llamador, el capítulo extraordinario, donde se distribuían entre los Hermanos las tareas de cuestación de limosnas y la recogida y traslado de los restos, entre otras. Con las limosnas obtenidas se costeaban los servicios religiosos, los del Llamador, la gratificación de los niños huérfanos, el verdugo “por razón de despojos”, además del banquete del reo.

El día de la ejecución, Hermanos de la Hermandad, religiosos y representantes de la Justicia trasladaban al reo hasta el patíbulo, entre cirios y tras un gran crucifijo. Una vez el reo recibía la pena capital, la Hermandad había nombrado una comisión en la que estaban presentes el Mayordomo, el Llamador y unos peones que trasladaban los restos hasta la Iglesia de San Pablo. El Capítulo de San Pablo salía en pleno a la búsqueda del cadáver a la calle de San Blas y tras realizar los servicios religiosos, se enterraba generalmente en la misma iglesia.

EL CRISTO DEL MILAGRO

Cristo del Milagro«Llevando la hermandad este crucifijo para una ejecución a un reo, lo ayudaba en la cárcel, en el rellano de la escalera, donde ésta tenía a costumbre y, al tiempo de presentarlo delante del Divino Señor, se arrodillo y suplicó no permitiera aquella muerte afrentosa, que estaba del todo arrepentido de todos sus crímenes y que pues era misericordioso, tuviera con el misericordia. Este Divino Señor le oyó sin duda la súplica y de repente, se prendió fuego la cárcel y cuando pasaba por la iglesia de San Antón la comitiva del acompañamiento, se armó una confusión en la carrera por el fuego de la cárcel, que el reo se pudo refugiar en la iglesia de los antonianos, ayudado y protegido por la Hermandad y pidiendo iglesia, abrazando en el crucifijo, exclamaba diciendo «Vos me habéis salvado» y toda la hermandad, teniéndolo rodeado y desatadas sus ligaduras, decían «perdón, perdón». Se dio cuenta el Tribunal y se le concedió el perdón de la vida, habiéndose apagado el fuego sin causar estrago mayor.»

La imagen tuvo que ser retirada del culto en el Convento de San Francisco debido a la gran afluencia de devoto tras estos milagrosos sucesos.

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